en amsterdam

Parece que voy por buen camino, siempre he desado un modo de vida como la del escritor.. viajando de aquí para allá sin necesidad de enraizarse para poder desempeñar su trabajo. Recibiendo encargos con fecha de cumplimiento pero sin horarios ni necesidad de presentarse en la oficina todos los días. Ahora viajo a Holanda, la misión es seguir desarrollando mi trabajo sin que mi no-presencia se note en mi productividad.

jueves, julio 14, 2005

Cruzar la calle.

Igual con el tiempo me acabo acostumbrando, pero, por el momento, son grandes situaciones de estrés.

En Madrid es fácil: bajas el bordillo y te conviertes en el objetivo de unos reconocibles bloques de metal móbiles, subes el bordillo y ya estás a salvo.

Aquí no. Todo se mueve, y son cosas extrañas las que se mueven, cosas que tu cerebro no las tiene marcadas con alarma, y lo peor es que la mayoría de ellas son sileciosas: bicis, patines, tranvías y autobuses eléctricos que se avalanzan sobre tí con una variedad infinita de rutas impredecibles, ya no estás a salvo en nigún lugar.. Subes un bordillo e, inmediatamente después de sentirte tranquilo, ves unos raíles de metal bajo tus piés, un tranvía debe pesar como un millón de toneladas, este pensamiento es suficiente para que tu motor sanguíneo vuelva a pegar otro petardazo más.

Constantemente oigo el trín-trín de los timbres de las bicicletasy el clín-clín que empiezo a indentificar como la inequivocable presencia de un tranvía cerca mío. Espero que los conductores de estas máquinas estén más preparados para la desorientada presencia de los guiris que lo que yo estoy acostumbrado a ellas.

1 Comments:

At 10:55 p. m., Anonymous Anónimo said...

La sorpresa del viajero se debe probablemente a que nunca estuvo en Alcorcón. La ciudad sin ley, allí donde los pilotos de esos chismes de hierro a los que alude, no deben parar en los pasos de cebra, salvo que estén preparados para aceptar una mirada condescendiente del peatón que le dice "pa' mí que tú no eres de aquí". También arriesgan un alcance por detrás, a cargo de otro piloto, comprensiblemente sorprendido por tales maniobras, que aún recuerda de un código que sólo rige más allá de las fronteras del término municipal. El viajero se cuidará de ser atropellado en Amsterdam, pues sus muchas líneas de programación continúan ejecutándose vez tras vez, y en parte le echan de menos (sí, aún tienen bugs). Otro viajero más tranquilo las cuida, y a veces incluso las retoca, pero no es lo mismo. Salud...

 

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